Juana Condesa Lluch nace el 30 de marzo de 1862, en Valencia. Sus padres, Luis y Juana, la llevaron a bautizar al día siguiente en la Iglesia de San Esteban. Allí mismo recibió el sacramento de la Confirmación en 1864 y la Primera Comunión a los 10 años.
Su padre, médico, era un hombre de profunda fe; su entrega a los enfermos le llevó a contraer el cólera que asoló Valencia en 1865, muriendo víctima de dicha enfermedad. Su madre, mujer humilde y piadosa, confió la educación de sus hijas Juanita y Trinidad, según la costumbre de la época y su posición social, a una maestra, Doña Teresa Ballester.
Juanita fue una niña rebelde, terca y traviesa, pero con un gran corazón y una fina sensibilidad. Este temperamento fue dando paso a una voluntad firme y decidida, a afianzar su vida cada vez más en Dios, quien pasó a ser el centro de su vida. Pronto se fue sumergiendo en las devociones religiosas de la época y ejerciendo la caridad con quienes tenían necesidad. Alrededor de 1875 ingresó en la Esclavitud Mariana de Grignion de Monfort y en la Archicofradía de las Hijas de María y Santa Teresa de Jesús, donde pronto se le confió la secretaría. Como sus padres, perteneció a la Tercera Orden del Carmen. Diariamente participaba en la Eucaristía en la Iglesia del Patriarca.
Pronto descubrió la llamada de Dios para ser suya, y, mientras descubría el camino a seguir, hizo voto de virginidad en el silencio de su corazón. Como María quería ser toda de Dios. Su familia tenía una ‘barraca’ de recreo en la playa de Nazaret, donde acudía con frecuencia. En ese camino fue donde descubrió para qué la llamaba Dios. Yendo en su tartana, veía grupos de mujeres que cada día iban desde sus casas, en los alrededores de la ciudad, hacia las fábricas de seda, tabaco y abanicos… mujeres de clase social baja y poca cultura que trabajaban para ganarse el pan y mantener a sus familias, exponiéndose a graves peligros al andar solas por los caminos.
Juanita sintió que Dios le pedía abrir una casa para estas jóvenes y ayudarlas a vivir con dignidad, fomentando su educación y su formación religiosa, dándoles techo, comida y un poco de amor. Sintió que debía fundar una Congregación Religiosa para atenderlas. Y así, con tan solo 20 años empezó a dar forma a su proyecto. Las dificultades llegaron pronto. El Cardenal Monescillo se mostró poco entusiasta con él. Pero tras mucho insistirle, viendo su constancia, en 1884 le dio el permiso para abrir una casa para las obreras.
Así en marzo de 1884 Juana María abría el Asilo Protector de Obreras en la calle Viana de Valencia y una Escuela gratuita para hijas de obreras. Al proyecto de Juanita se habían unido doña Teresa, su maestra, y dos amigas, Rita Sancho y María Gil. Su obra iba adquiriendo forma. El Cardenal Monescillo, antes de marcharse a la sede primada de Toledo en 1892, autorizó el proyecto de Juanita de fundar una Congregación. Así el 10 de diciembre de 1892, Juana, Teresa, Rita y María tomaban el hábito. En 1895, el 19 de marzo, emitían sus Primeros Votos con carácter temporal. Por fin, su entrega a Dios se hacía pública. Muchos años pasaron hasta la Profesión Perpetua que fue el 8 de septiembre de 1911.
Su obra, poco a poco, se fue extendiendo. En 1897, en Manises, se abre una casa para la formación de las obreras; en 1900 se funda el Noviciado en Burjasot; en 1906 otra casa para la formación de las obreras en Ayora y en 1912 abre una casa en Almansa para la educación de niños y obreras.
La enfermedad fue minando la vida de Madre Juana María, quien supo hacer pasar desapercibidas muchas de sus dolencias. En 1916, la madrugada del 16 de enero, con tan solo 54 años de edad, entregaba su vida definitivamente en los brazos de Dios.