Desde el año 2004, después de un estudio y una reflexión por parte de las Hermanas y el equipo que dirige y trabaja en el Hogar, se vio la necesidad de cambiar el perfil que hasta el momento se tenía. Las jóvenes con las características antes mencionadas necesitaban la atención de un equipo de profesionales (psicólogos, enfermeras, trabajadoras sociales, etc.) que el Hogar por sus bajos recursos económicos no podía pagar. Ante la imposibilidad de contratar profesionales de ésta magnitud y por la falta de personal voluntario para colaborar, se dio por hecho el cambio de perfil.
Comunitariamente se reflexionó cobre cuál sería la ayuda que en este momento actual pudiera prestar el Hogar. La respuesta nos las dieron las mismas familias que por medio de los sacerdotes y religiosas que trabajan en zonas de misión fuimos contactando. Familias campesinas, indígenas cuya preocupación es la educación de sus hijas y el deseo de éstas por continuar sus estudios. Además de la situación de extrema pobreza en que viven se añade la dificultad de no tener escuelas cercanas a sus lugares de origen, muchas tienen que caminar entre 4 ó 5 horas para llegar a la escuela, cruzar quebradas o ríos que durante los meses de invierno se vuelven peligrosos por las constantes lluvias y crecidas de los mismos, corriendo el riesgo de ser arrastradas por las fuertes corrientes o sufrir ataques, maltratos y violaciones en los caminos que las llevan a las escuelas o en la vuelta a casa por personas antisociales y sin escrúpulos.
Viendo la necesidad de éstas familias y teniendo presente la necesidad de revitalizar, actualizar y volver a las raíces de nuestro carisma, no dudamos en que era un llamado del Señor a continuar la obra de Madre Juana María con éstas adolescente y jóvenes y de esa manera ser más significativa y evangélica nuestra presencia en el mundo obrero hoy.
La mayoría de las jóvenes provienen de familias cristianas católicas en donde el padre o la madre es el encargado de la comunidad cristiana, otras son de familias sencillas a las que se les pide incorporarse a su comunidad parroquial para que presten algún servicio, ya que sus hijas van a recibir un beneficio que proviene de personas que creen en la solidaridad y fraternidad cristiana.
Para que una joven ingrese al Hogar primeramente tiene que querer ella y no sus padres, demostrar verdadero interés por los estudios y esforzarse por mantener un buen rendimiento académico.
El Hogar se sostiene de la Providencia Divina, que cada día constatamos, la colaboración de algunas Fundaciones y especialmente de muchas personas sencillas con un corazón generoso que aporte a la obra. Al provenir de familias sumamente pobres no se les pide ninguna aportación económica (en dinero), sí se les pide que aporten de lo que producen, así cuando vienen a visitar a sus hijas traen plátanos, yuca, arroz, ñame, maíz, legumbres… de esa manera no sienten que se les está regalando la estancia de sus hijas en el Hogar, sino que ellos también contribuyen al sostenimiento del mismo.
Se procura que el Hogar tenga un ambiente de familia, sencillo, cercano, acogedor, que vivan con alegría, en respeto mutuo, que lo sientan suyo, porque es suyo. Todas contribuyen a que la otra se sienta feliz y a gusto. Un lema que han aprendido “Lo mejor para la otra”.
Las niñas y adolescentes han crecido en una familia cristiana, por ello participamos en las eucaristías dominicales y en las actividades parroquiales, algunas reciben formación para los sacramentos, otras colaboran como animadoras de grupos de catequesis, las más pequeñas participan en la Infancia Misionera, con ello no solamente crecen y maduran su fe en comunidad, también aprenden que no solamente hay que recibir sino dar lo que tenemos, incluso nuestro tiempo.
Hace pocos años se nos han unido profesionales jubiladas que con mucho cariño aportan sus conocimientos al servicio de las necesidades educativas de las niñas y adolescentes; igualmente algunos clubes cívicos nos colaboran con servicios médicos gratuitos para atenderlas en lo referente a la salud.
En la actualidad el número de beneficiadas son 20, entre niñas y adolescentes, con edades comprendidas entre los 11 a 18 años; una de las que terminó sus estudios de bachiller en el 2008 trabaja y sigue viviendo en el Hogar, colaborando en la medida de sus posibilidades al sostenimiento del mismo.
Para nosotras esta obra es un signo de que el Señor por medio de las personas que nos colabora nos confirma que estamos caminando con Juana María al Servicio de los más necesitados de nuestro país.