100 años son un motivo para celebrar, recordar y agradecer.
Celebrar el centenario de la muerte de la Madre Juana María supone hacer memoria afectiva de una historia singular que se prolonga en el tiempo, es una llamada que nos hace responder con amor y sabiduría al legado heredado de ella.
Podemos decir de la Madre Juana María que, sin ruido, entró a formar parte de los hombres y mujeres que con el Dios de las promesas escriben las páginas de la Historia de la Salvación. Juana María fue un paso de Dios por la vida de las jóvenes obreras, de las Hermanas, de la sociedad y de la Iglesia de su época.
Celebrar este centenario es un canto de agradecimiento hacia quien dio comienzo a nuestra historia: las Esclavas de María Inmaculada. Y lo hacemos enmarcándolo en otros acontecimientos sociales y eclesiales:
– El Año de la Misericordia convocado por el Papa Francisco; esto nos insta a contemplar la labor misericordiosa, tanto en obras materiales como espirituales que desempeñó Juana María a lo largo de su vida;
– El Año Jubilar del Santo Cáliz, que nos lleva a desentrañar la profunda veneración que Juana María profesaba a la Eucaristía;
– Valencia, Ciudad de la Seda 2016. El Camino de las Moreras era el recorrido habitual de Juana María cuando iba a Nazaret; en ese camino descubrió el rostro oculto que había detrás de cada puntada de los ricos trajes valencianos y los ornamentos litúrgicos, lo que la llevó a tomar la decisión de trasladarse a vivir entre las obreras, cerca de las fábricas de seda, en el barrio de Velluters, y con ellas para dignificar sus vidas y promocionarlas.
Con la celebración de este Centenario queremos expresar nuestra gratitud y rendir un cálido homenaje a la Madre Juana María por seguir sosteniendo y dando sentido a todo lo que hacemos y somos, así como a todas aquellas hermanas que a lo largo de estos 100 años nos han ido transmitiendo y entregando su herencia espiritual.