
07 Dic Celebrando a María Inmaculada
María, bajo la advocación de la Inmaculada, a quien veneramos como Madre y Patrona de nuestra Congregación, nos invita a transmitir el amor y la ternura de Dios, siendo signos de su misericordia, para dar Vida a quienes en el cotidiano vivir encontramos en nuestro peregrinar.
María Inmaculada, pensada por Dios desde los albores de la Creación, acogió sin titubear la misión a la que había sido llamada: dar vida al Hijo de Dios. Esta encarnación del Hijo de Dios en las entrañas de María, posibilitada por su acogida incondicional del designio amoroso del Creador, es el comienzo de una historia de redención en la que Dios viene a darnos Vida en plenitud: ‘Yo he venido para que tengan Vida y la tengan en abundancia’ (Jn 10, 10).
Desde este encuentro crucial con Dios, María inició su peregrinaje en la fe, siendo consciente de que su misión la iría conduciendo por caminos inesperados. Concebida sin pecado original, se convierte con su Fiat, en copartícipe y mediadora de la Alianza que Dios sella con la humanidad. Ella es el Arca de la Nueva Alianza, siempre en camino, acompañando nuestro peregrinar, para revelar y transmitir al Dios que la invade, la colma de Vida y la impulsa a ser en El.
‘Para que tengan Vida’ es el lema del XIX Capítulo General de nuestra Congregación. Y, ¿quién mejor que María para ir conduciendo nuestros pasos, para ir orientando nuestras decisiones, para ir acompasando nuestros proyectos y enseñándonos a dar Vida a quienes somos enviadas: mujeres, jóvenes, niños, migrantes, desplazadas, excluidas…? En este contexto precapitular, María Inmaculada se presenta ante nosotras, una vez más, como el referente de nuestras vidas de seguimiento de Jesús.
María, al conocer el designio de Dios sobre Ella, se levantó ‘con prontitud’ para ir adonde Isabel apostando por la Vida que albergaba en su interior, asumiendo riesgos e incomprensiones, superando miedos y turbaciones, porque creyó con serena firmeza las palabras del ángel: ‘No temas, María’.
Quizás nosotras, para dar Vida, como la dio María, como es nuestro anhelo (como lo fue de la Madre Juana María y de las hermanas que nos han precedido a lo largo de los años), necesitemos escuchar reiteradamente el mensaje del ángel: ‘no temas, no temáis’, para liberarnos de condicionamientos que nos paralizan, para arriesgarnos recorriendo caminos inhóspitos avanzando con prontitud y presteza, pero, principalmente, para abandonarnos en Dios y dejar que su Espíritu vaya trazando las sendas que debemos recorrer y, así, saber otear en el horizonte el Reino de Dios que va germinando en los detalles, gestos y encuentros cotidianos…
Como María, estamos invitadas a vivir con una esperanza renovada, sabiendo en Quien hemos puesto nuestra mirada, de Quien se ha prendado nuestro corazón, Quien impulsa nuestros proyectos y alienta nuestros sueños… Como en María, es Dios quien habita en nosotras y quiere hacernos gestadoras de Vida plena. Como a María, el Espíritu viene sobre nosotras, nos cubre con su sombra para hacer de cada Esclava de María una criatura nueva, y nos envía por los caminos a difundir la Vida que fluye en nuestras comunidades, en nuestra Congregación, a través de gestos de humildad, laboriosidad, entrega, ternura y alegría.
Este año, con la celebración de la solemnidad de María Inmaculada, comenzamos la etapa de preparación inmediata de nuestro XIX Capítulo General, en la que María nos quiere acompañar e iluminar, enseñándonos a dar esa Vida abundante que Jesús vino a traernos y así posibilitar que se haga el querer de Dios para nuestra Congregación. En sus manos de Madre deposito este tiempo de gracia y bendición para que sea para mayor gloria de Dios.
¡Feliz día de la Inmaculada!
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